jueves, 23 de abril de 2009

LoS LiMiTeS


Para que un niño sea feliz es fundamental que se sienta protegido. El sentimiento de protección aparece si en casa se definen e imponen límites y si los padres son firmes y constantes en su mantenimiento. Los límites son muy importantes para el niño, porque además de sentirse protegido, le dan seguridad. Aunque se resista a asumirlos, le permiten saber quién está al mando de la situación. Para el niño sería terrible sentir que nadie le controla. Igualmente, las normas le enseñan qué está permitido y qué prohibido, un aprendizaje imprescindible para convivir con los demás. Un niño no querrá menos a sus padres porque le pongan límites y le exijan que los cumpla. Todo lo contrario: aprenderá que la convivencia es mucho más fácil cuando uno asume sus responsabilidades. Cuando no existen normas ni límites claros, el niño puede volverse apático y pasivo o, por el contrario, irascible y tirano. Una de las dificultades más importantes a la hora de aplicar los límites es el decir no a alguna demanda de los niños. Para mantener los límites de forma consecuente, en muchas ocasiones los padres tienen que decir que no, y no ceder a ciertas exigencias de sus hijos. No hay que sentirse culpables puesto que las negativas ayudan a los niños a madurar y crecer. Además, encierran un aprendizaje muy importante para cuando sean adultos, porque la realidad es que no siempre las cosas saldrán como ellos quieren, sino que tendrán que enfrentarse a muchas frustraciones. La tolerancia a la frustración se aprende en la infancia, cuando los padres dicen “no” y lo mantienen. Si un niño no conoce el no del adulto, le costará mucho más hacer frente a la adversidad o lo hará de forma poco adecuada, y con más posibilidades de reaccionar de manera ansiosa, depresiva o agresiva.

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